.:. La preparación del viaje:
La llegada del esperado discípulo fue anunciada y desde el interior se escuchó decir al lama maestro.
- ¡Pasa querido Khadroma, aguardaba tu llegada!.
Khadroma empujó suavemente la puerta y penetró hacia el interior, apenas alumbrado por la débil llama de una lámpara de manteca rancia de Yak. Una vez frente a su anciano maestro hizo una reverencia a modo de saludo y esperó. El lama maestro una vez más insistió con tono afable diciendo.
- ¡Ven siéntate a mi lado, comparte conmigo un poco de té y algo de alimento!
Khadroma caminó unos pasos más y después de acomodar su túnica se sentó al lado de su maestro quien sirvió una taza de té para su discípulo preferido.
- Te he mandado llamar pues ha llegado el momento de que te sea entregada la parte final de un conocimiento para el que has sido preparado desde tu infancia.
- Como te fue dicho hace años, cuando fuiste admitido en este lamasterio, tienes una misión. Una misión marcada por los registros del tiempo y señalada por las estrellas que los lamas astrólogos determinaron a tu llegada hace casi dos décadas. Una vez terminado tu entrenamiento deberás partir a un lejano país en otro continente a entregar el conocimiento que finalmente está a punto de serte revelado por dos vías. Por medio de experiencias directas, mostrándote ciertos objetos, que se encuentran en ocultas cavernas, secretamente resguardadas en estas montañas desde hace más tiempo del que la memoria de los hombres del mundo contemporáneo tiene recuerdo, como por medio de una muy especial iniciación que muy muy pocos han vivido, sobre todo en los últimos milenios.
- Tú, dada la misión por la que aceptaste reencarnarte tendrás ese alto privilegio que es a la vez una gran responsabilidad.
Mientras su maestro hablaba, Khadroma escuchaba con gran atención y en absoluto silencio, en tanto bebía el té a pequeños sorbos.
- Los astros y el clima son propicios y en tres días partiremos rumbo a una caverna donde podré entregarte la primera parte de ese conocimiento.
- Allí te explicaré algunas cosas sobre los milenarios secretos custodiados por las montañas del Tíbet. Deberemos revitalizar nuestros cuerpos tanto como podamos pues el viaje será arduo, quizá incluso ese sea mi último viaje a ese lugar pues después del mismo mi tarea contigo estaría casi por terminar, y con ello mi misión de vida. Igualmente para ti ese viaje marcaría casi el inicio de tu misión y señalaría el final de tu estancia en este lamasterio y tu partida a lejanas tierras.
De pronto el maestro guardó silencio y se levantó para dirigirse hacia un mueble de madera que se encontraba en la habitación, del cual tomó un objeto envuelto en tela. Llevando éste en sus manos regresó al lugar que antes ocupaba junto a su discípulo y muy lentamente, a manera ritual y en total silencio, lo desenvolvió quedando a la vista de ambos un antiguo mandala.
Retomando la palabra el lama maestro dijo.
- En estos días, hasta nuestra partida, dedica cuantas horas puedas a observar este símbolo sagrado. Preparará tu mente para ser capaz de comprender los eventos que vivirás en los días próximos, así como el resto de tu vida.
Guardando silencio una vez más el lama maestro procedió a re-envolver el mandala de manera ritual para, finalmente, con una pequeña reverencia, extender los brazos y entregárselo a su discípulo quien lo recibió con igual gesto.
Como enfatizando claramente un espacio entre el momento previo marcado por un profundo ritual, ahora el lama maestro retomaba la actitud de familiaridad con que había recibido a su querido discípulo Khadroma y en un tono menos formal expresaba.
- Pero ahora dejemos el futuro de lado y disfrutemos la grata compañía del presente, así como de la silenciosa paz de esta noche y de estos alimentos. Mañana será otro día.
A la mañana siguiente y las sucesivas antes del viaje Khadroma se levantó muy temprano, antes del amanecer, para contemplar la salida del Sol que surgía en medio de las heladas montañas, horizonte que durante toda su vida había sido el único paisaje que sus ojos habían contemplado. Era una forma de despedirse y a la vez, a modo de recapitulación de vida, de guardar en su mente y su corazón las imágenes de aquellas tierras que lo habían acogido desde su infancia. El resto del día, como le había aconsejado su maestro, lo dedicaba a la meditación visualizando el mandala que le había sido entregado, intercalando espacios de oración y algunos breves momentos para tomar algo de alimento.
.:. Rumbo a la caverna:
El lama maestro se levantó para encontrarse que Khadroma estaba ya despierto meditando frente a las montañas.
- ¿Te encuentras listo para partir? -preguntó el lama-.
A lo que Khadroma respondió.
- ¡Así es venerable maestro!. Hace muchos años espero este momento para el que con tanta paciencia me has preparado.
Satisfecho el lama respondió.
- ¡Bien Khadroma entonces partamos!.
- Para la primera etapa -continuó el lama- contamos con el apoyo de dos monjes lung-gom-pa quienes en estado de trance se han adelantado para dejar alimentos en algunas cavernas que se encuentran en nuestra ruta donde habitan ancianos ermitaños, puntos que nos servirán de posada. Por la noche recibí la confirmación mental tanto de la llegada de los mensajeros con los alimentos al último punto, como del hecho de que la ruta se encuentra despejada como lo esperábamos. En unos días nos encontraremos con el primer ermitaño quien nos dará algo de los alimentos y así continuaremos sucesivamente. Al final nos dirigiremos solos, tú y yo, hasta la última caverna. Ese tramo será más corto que todos los anteriores pero a la vez más difícil pues el acceso a esa secreta caverna, nuestro destino final, está oculta en la ladera de un risco nevado y el camino de acceso es sumamente estrecho y empinado. ¡Así que partamos ya! -dijo por último el venerable maestro-.
Ambos, maestro y discípulo, salieron del lamasterio y dirigiendo sus pasos rumbo a su destino. Poco a poco sus compañeros los vieron empequeñecerse como hormigas para finalmente desaparecer entre la inmensidad de las montañas.
La travesía alternaba una lenta caminata de varias horas al día, con espacios para tomar algo del alimento que llevaban consigo desde su partida consistente en la habitual dieta tibetana de té elaborado con manteca de leche de yak y cereales tostados llamados tsampa. Como era costumbre los utensilios de madera para comer, algunas de su escasas posesiones, las guardaban entre pliegues ocultos en sus túnicas. En ellas llevaban todo cuanto necesitaban: Casa y comida. El fuego era proveído por el excremento seco de yaks que era recogido a lo largo del camino y que era muy apreciado pues era el único combustible disponible en aquel territorio.
Aquellos espacios de descanso para ingerir alimentos, o por la noche antes de dormir, que comúnmente hubieran permitido conversar al maestro con su alumno se habían aprovechado exclusivamente para meditar en silencio. El lama maestro le había indicado que los aprovecharían para ello pero solo al regreso, después de que le fuera mostrada la caverna, pero que en el trayecto procurara mantener su ser interno en total silencio e impregnarse del espíritu de los Himalayas, así estaría más sensible al encuentro que le esperaba más adelante.
Uno a uno fueron encontrando a los ermitaños con quienes pasaron la noche y compartieron los alimentos para continuar el viaje. Aquellos ancianos, totalmente aislados del mundo y sus ilusiones, representaban un estado más puro del Ser y eran de muchas maneras parte del espíritu del Tíbet. Por las mismas indicaciones del maestro el intercambio verbal con ellos sería mínimo hasta el regreso. Ambos se limitaban a saludar al ermitaño por medio de una reverencia, quien los esperaba y recibía en su cueva donde pasaban la noche para a la mañana siguiente partir llevando consigo algo del alimento.
El penúltimo tramo hasta la caverna donde habitaba el último ermitaño había sido el más difícil de todos hasta ese momento. Aquel hombre actuaba como guardián del camino hacia la secreta caverna y por lo mismo se encargaba de borrar todo rastro de acceso a la misma, así como de negar y disuadir a los muy escasos curiosos que pudieran llegar hasta ese remoto punto. Para ello contaba con diversos recursos, tanto físicos como mentales. Aquellos cuya aura estuviera coloreada con señales de egoísmo o ambición eran vulnerables a las energías custodiadas en la caverna y él como guardián debía impedir su acceso por el bien de todos, incluidos los propios extraños.
Finalmente llegaron a la entrada de la cueva del último ermitaño quien los esperaba desde hacía días, incluso antes de que los lung-gom-pa llegaran con el alimento. El ermitaño reconoció de inmediato al lama maestro y los dos se saludaron con una reverencia. La expresión de sus rostros dejaba entrever un profundo afecto existente entre ambos que los años no habían minado. El lama maestro presentó a su discípulo con el ermitaño diciendo.
- ¡El es Khadroma!. Como en mi caso, décadas atrás, ahora me corresponde entregarle el conocimiento que me ha sido revelado, pues el tiene la misión de partir a lejanas tierras y hablar de él.
El ermitaño hizo una reverencia ahora dirigida al discípulo que este último respondió de igual forma y dirigiéndose al lama maestro dijo
- Han pasado muchos años desde nuestro último encuentro, me da gusto volver a verte. Será un placer conversar contigo y tu discípulo a su regreso, por esta noche coman algo y descansen para estar listos y partir mañana al amanecer.
.:. El último tramo hacia la caverna:
Muy temprano por la mañana se despidieron del ermitaño después de agradecerle su hospitalidad y tomar algo de los alimentos para llevarlos consigo. En unas pocas horas, ese mismo día, se encontrarían por fin frente a la entrada de la caverna que era su destino y en la cual pasarían una noche y, como ambos lo sabían, ese último tramo sería el más penoso. Un camino de estrechas salientes nevadas con neblina y hielo que serpenteaba entre acantilados los esperaba. La vista era espectacular tanto hacia el horizonte como hacia abajo y era capaz de intimidar a cualquiera que no tuviera dominio sobre su mente y su Ser. Aquel tramo era en si mismo una prueba para definir si quien pretendía acceder a esa caverna y sus secretos estaba realmente preparado.
Después de numerosas dificultades salvadas con el apoyo mutuo lograron llegar finalmente a su destino. Por fin se encontraban frente a una oquedad disimulada entre las sombras del risco y que solo frente a ella era posible apreciar como un verdadero acceso al interior de la montaña.
- ¡Descansemos un momento antes de penetrar. Aprovechemos este refugio para tomar un poco de alimento y conversar un poco sobre lo que nos espera dentro! -dijo el lama maestro rompiendo el silencio-.
El rostro de Khadroma dejaba ver tanto el cansancio como la expectación por penetrar al lugar para el que tanto se había preparado, pero solo procedió a sentarse al lado de su maestro en total silencio.
Después de sacar sus utensilios y preparar algo de alimento el lama dijo.
- Querido Khadroma, como te ha sido anticipado esta caverna guarda algunos de los más profundos secretos del Tíbet, entre ellos objetos que muy pocos ojos han contemplado en los últimos milenios. Te he pedido que lleguemos hasta este punto en total silencio pues muy pronto la paz que tanto has apreciado estos años entre estas nevadas cumbres, y que se ha vuelto especialmente presente durante esta travesía, la perderás casi completamente y deberás llevarla en tu interior para transmitirla desde allí a esas lejanas tierras donde pronto partirás. Nosotros, el pueblo tibetano, herederos de un pasado milenario decidimos renunciar a tecnologías que sabemos trajeron gran destrucción y pena en un remoto pasado. ¡No, no somos ignorantes como nos consideran los hombres de aquellas grandes ciudades que estás a punto de conocer! Ellos creen que nosotros, al igual que otras civilizaciones menos antiguas a quienes llaman atrasadas, no hacemos uso de mecanismos basados en la rueda, como los motores, de los que al menos un poco te he hablado durante estos años de tu preparación, pues somos incapaces de hacer uso de ellas y aprovecharnos de sus ventajas. Nosotros, sin embargo, sabemos desde hace milenios que en cuanto empieza a ser utilizada la rueda para fines materiales inevitablemente termina la paz y, más tarde o más temprano, empieza el ruido y con ellos el tiempo deja de ser un continuo fluir en el silencio dedicado a exaltar el espíritu para convertirse en un frenético ritmo hacía la ambición por transportar más, construir más, moverse con mayor velocidad, recorrer mayores distancias, etc., que sólo envenenan la mente de las sociedades y lo que al inicio promete prosperidad se convierte poco a poco en miseria para las mayorías, tanto económica como para el medio ambiente que inevitablemente se contamina con los combustibles y sus desechos. Por ello hemos preferido usar las ruedas para exaltar el espíritu siendo un ejemplo de ello nuestros molinos oración.
Khadroma que hasta ese momento escuchaba a su maestro con profunda atención, como era su costumbre, dijo finalmente.
- Pero venerable maestro, tu hablas de un pasado del que ni yo, ni nadie que yo haya conocido, hacen referencia.
¡Así es! -dijo el lama maestro retomando la palabra-. Estamos hablando de un pasado tan remoto que ya no es parte de la memoria colectiva. Antes de penetrar finalmente en la caverna te comentaré lo siguiente: las personas de esas lejanas tierras que pronto vas a visitar nos conocen como lamas, lamas tibetanos. Pero en general ellos no saben que nuestro nombre y la simbología de nuestra vestimenta se derivan de nuestro origen, de los flamares lemures. Vestimenta cuyos colores asemejan a los de una llama encendida que es la forma como son vistos nuestros ancestros por aquellos que tienen abierto el sexto centro energético, el ojo espiritual. Ancestros que en su mayoría habitan ahora los planos inmateriales pero que antaño fueran habitantes de una legendaria civilización hoy desaparecida comúnmente conocida como Lemuria. Pero dejemos nuestra conversación en este punto y penetremos a la caverna. Allí te mostraré restos de un pasado desconocido para la mayoría y continuaremos nuestra conversación.
Procediendo a recoger sus utensilios se levantaron para dirigirse al interior de la caverna.